Hace tiempo que llevo dándole vueltas a escribir una serie de reflexiones pastorales a la luz de nuestra presencia evangelizadora en la Zona Centro de Santiago. También me mueve la recién publicación de las Orientaciones Pastorales 2025-2029 de la Arquidiócesis. Siento que hace falta una mayor profundidad pastoral a la luz de la vida que el Espíritu nos va regalando en las diversas comunidades en las que vivimos y anunciamos el Evangelio de Jesucristo. Por ello, ofrezco una reflexión pastoral quincenal, que arranca con una inquietud evangelizadora que mueve mi corazón de Pastor en forma de pregunta y le sigue una sencilla argumentación teológico-pastoral que ojalá ayude a anunciar la alegría del Evangelio en nuestra ciudad. Aprovecharé la oportunidad de ofrecer alguna bibliografía que posibilite una mayor profundización de la cuestión planteada.
¿Podemos habitar nuestra ciudad de Santiago a partir de la PROXIMIDAD?
La Madre Teresa se paró ante cuantos morían en la calle sin que nadie los atendiera. Puso en ellos la mirada y la ternura de Jesús y comenzó su gran obra dándose a sí misma. Se hizo prójima sirviendo a los más pobres, enfermos, huérfanos y moribundos de Calcuta. Contempló y creyó en las necesidades reales de las personas y se hizo cargo de ellas. Apostando por la proximidad, se hizo prójima y fundó fraternidades samaritanas.
Esta Santa de la caridad nos invita a favorecer encuentros entre las personas cada vez más solas, aisladas y descartadas, haciendo surgir, gracias a las conversaciones y a las atenciones, nuevas fraternidades así como reforzar las ya existentes.
Me entristece reconocer que quizás hayamos perdido presencia y significatividad en los barrios y en las poblaciones de Santiago. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX algunas congregaciones religiosas se asentaron en las chacras de la periferia sur de la capital donde vivo: redentoristas, franciscanos, trinitarios, etc. Por motivos por todos conocidos, dicha presencia se fue reduciendo, tanto por parte de sacerdotes diocesanos como religiosos, así como congregaciones femeninas y movimientos. Y quedamos reducidos a una presencia más testimonial con escasa incidencia social que dificulta la evangelización en estos sectores más populares de Santiago, en las que otras iglesias se han extendido y popularizado. A mi parecer, urge una alianza mas generosa, gratuita y duradera con los habitantes de las zonas más periféricas de nuestra ciudad, recuperando la proximidad para que el Señor nos convierta en fraternidades más samaritanas que anuncien el evangelio de la vida.
El Concilio Vaticano II nos profetiza que solo podremos salvar al mundo si pertenecemos a él, si nos responsabilizamos de su suerte, si nos hacemos presentes en las situaciones que condicionan, limitan y empobrecen la vida de las personas y de los pueblos. El ser humano queda definido principalmente por la responsabilidad hacia sus hermanos y ante la historia (cf. GS 55). Por tanto, compartimos los mismos problemas y luchamos juntos por solucionarlos. Así lo recuerda el Documento de Puebla: “El Hijo de Dios demostró la grandeza del compromiso con los más necesitados al hacerse hombre, pues se identificó con los hombres haciéndose uno de ellos, solidario con ellos, y asumiendo la situación en que se encuentran, en su nacimiento, en su vida y, sobre todo, en su pasión y muerte, donde llegó a la máxima expresión de pobreza” (n. 1141).
La Iglesia de Santiago, cuanto más nazarena sea, tanto más capacitada estará para conocer a Jesús y para ser, como Jesús, Evangelio, buena nueva para el mundo. La Iglesia de Santiago será más significativa en la medida en que se hace nazarena. Significativa porque se asemeja más a su Maestro, significativa porque su testimonio es de crucificados que viven y anuncian la Resurrección desde su inmenso amor comprometido para que no haya desesperación y muerte. Una Iglesia así, por su semejanza al Cristo que adora, se convierte en luz que ayuda al mundo a salir de sus oscuridades y a encontrar vida abundante (cf. FRATERNIDAD DE CARLOS DE FOUCAULD, Yo soy tu hermano en las huellas de Nazaret, Santiago 20144, 56).
Las Orientaciones Pastorales de la Iglesia de Santiago nos invitan a “promover la presencia social en el territorio y en los sectores más desafiantes de la ciudad, fortaleciendo el tejido social en barrios y poblaciones mediante su presencia activa, suscitando una cultura de vecindad y cuidado mutuo, articulando respuestas pastorales coordinadas con instituciones sociales, educativas y religiosas ante necesidades detectadas” (OP 4, LA 27).
Esto solo será posible si estamos presentes, si reordenamos nuestras fuerzas y nuestros recursos, si invertimos nuestro corazón y nuestro tiempo con la gente, en las calles, en las plazas, en las ferias…, si abrimos los sentidos y el corazón a los demás, si escuchamos al otro, si favorecemos el encuentro, el reconocimiento, la gratuidad, la ternura, la compasión y la implicación. En definitiva, si nos entregamos a nosotros mismos y mostramos la llama que nos arde dentro, el agua fresca de la esperanza que brota de nuestras comunidades, siendo luz del mundo, sal de la tierra y levadura en la masa.
Quienes ejercemos algún tipo de liderazgo en nuestras comunidades, no olvidamos las palabras de Jesús: “Estoy entre ustedes como el que sirve”. No ante ustedes, y menos sobre ustedes, ni simplemente con ustedes, sino “entre” ustedes, que evoca la cercanía, la proximidad y el valor de la cotidianeidad en el compartir la palabra y el pan. Jesús distribuía su tiempo con el Padre, con los discípulos, con los enfermos, con los alejados, con los amigos. ¿Y nosotros…? Su pastoreo está siempre referido a las personas y lo ejerce, “no por la fuerza, sino voluntariamente” (1 Pe 5,2) y a favor de los demás. Jesús da más importancia a las personas que a las estructuras. Lo que más valora la gente es que estemos ahí, con ellos, a su disposición cuando nos necesiten. (Cf. A. BOCO, Liderazgo y proximidad, Publicaciones Claretianas, Madrid 2016, 97-102).
Construyamos nuestra ciudad desde la proximidad funcional y relacional, para que las personas tengan muchas más oportunidades de conocerse, sostenerse, apoyarse mutuamente, cuidar el medio ambiente y trabajar juntas para alcanzar objetivos comunes. Una proximidad habitable en la que podamos encontrar todo lo que necesitamos para vivir, junto a los demás (Cf. E. MANZINI, Habitar la proximidad. Ideas para la ciudad de los 15 minutos, Experimenta Editorial, Getafe 2023). Defendamos nuestros barrios, hagámoslos más habitables, trabajemos juntos, creyentes y no creyentes, dejemos espacio a las nuevas generaciones y a las nuevas ideas, vivamos la misma suerte con ellos.
Nuestras comunidades en la Zona Centro están ganando proximidad con los vecinos y las vecinas, abriéndose cada día más a la ciudadanía, al barrio, a la población. Iglesias cada día más abiertas, capillas de adoración en crecimiento, celebraciones más conectadas con la vida, cuidado y buen trato, comedores sociales a disposición de quien necesite comida y compañía, piezas “rosadas” para mujeres que están en la calle, vinculación con las organizaciones vecinales, sociales y culturales, defensa patrimonial y recuperación de iglesias quemadas y afectadas por sismos, lugares de acogida, escucha y conversación, apoyo a migrantes e interculturalidad, etc. Todos estos son signos concretos de una Iglesia que quiere vivir en la proximidad en el barrio, haciendo nuestras las opciones de Jesús.
+ Álvaro Chordi Miranda
Obispo auxiliar de Santiago
Vicario Zona Centro / Vicario para la Pastoral