Cardenal Chomali ordena a 15 diáconos permanentes para el servicio de la Iglesia de Santiago

Dic 6, 2025

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Durante la celebración se recordó que el ministerio diaconal es una vocación profundamente vinculada a la caridad y a la misión evangelizadora que la Iglesia desarrolla en todos sus ámbitos.

Con la Catedral Metropolitana repleta de familiares, amigos y comunidades parroquiales, este sábado 6 de diciembre se vivió la ordenación de quince nuevos diáconos permanentes. El sacramento fue conferido por el Cardenal Fernando Chomali, quien destacó que los diáconos “no son laicos de primera categoría ni sacerdotes de segunda, sino hombres llamados a una vocación muy clara: servir”.

Al recibir la ordenación del arzobispo, cada uno de los nuevos diáconos fue revestido con los ornamentos propios del ministerio por sus esposas y por un sacerdote designado, un gesto cargado de simbolismo que fue vivido por las familias como un momento muy emocionante, expresión visible del servicio que ahora asumen en comunión con sus hogares y sus comunidades.

En su homilía, el Cardenal Chomali profundizó en la esencia del ministerio diaconal, recordando que su identidad proviene del Evangelio y no de comparaciones con otros servicios eclesiales. “El diácono tiene un ministerio que está en la propia Biblia y tiene que ver con el ministerio del Señor”, afirmó con claridad.

El arzobispo insistió en que una vida espiritual sólida es la base de toda fecundidad pastoral: “Un diácono orante será un diácono fecundo. Si no tenemos profundidad espiritual, quedaremos vacíos y nos convertiremos rápidamente en un funcionario”. Junto con ello, hizo un llamado a la coherencia de vida: “Ser respetable es ser creíble… capaces de pedir perdón, capaces de comprender”.

Asimismo, recordó que la vocación diaconal exige un seguimiento decidido de Cristo: “El que quiera servirme, que me siga. Ustedes aquí, en su ministerio diaconal y en su ministerio matrimonial, se juegan la vida eterna”.

Un camino formativo acompañado por la Iglesia

La formación, impulsada por la Escuela del Diaconado Permanente, incluyó estudios sistemáticos, acompañamiento familiar y prácticas pastorales en distintas comunidades de la arquidiócesis. El directorio de la escuela, representado por Luis Herrera, expresó su alegría por este nuevo grupo:“Sentimos que han sido verdaderamente tocados por la vocación… y que se sienten miembros de la Iglesia con una característica muy propia de este grupo: la humildad”.

El Secretario Pastoral para el Clero, Jonathan Salgado Caamaño, destacó el aporte que estos nuevos diáconos representan para la arquidiócesis: “Es un día de fiesta y de gracia… Este ministerio está dedicado al servicio, a la caridad y a la palabra”. Afirmó también que su presencia permitirá fortalecer equipos pastorales y ampliar los espacios de acompañamiento espiritual y social.

Testimonios de gratitud y emoción

Los nuevos diáconos compartieron sus impresiones tras este paso definitivo. Luis Toro Romero definió el momento como “emocionante… te da ganas de que se apriete la garganta y entra la basurita en el ojo”.

Para Víctor Cofré, este camino ha sido un acto de disponibilidad y fe: “Yo no soñé con ser diácono; soñé con que el Señor hiciera su voluntad en mí y en mi familia… fuimos llamados y supimos escuchar”.

Las familias, que acompañaron todo el proceso, también expresaron su emoción. Cintia Cáceres, esposa de Rodrigo Mena, dijo: “Es un llamado hermoso… él nos llama tan imperfectos, pero llenos de su amor”.
 

Viviana Olivos, esposa de Néstor Vera, destacó: “Ha sido un proceso largo… pero para nosotros también fue un crecimiento espiritual”. Mientras que Carmen Cancino, esposa de Juan Pereira, añadió: “Es un honor servir al Señor… tenemos la dicha de ser una familia diaconal”.

Un nuevo camino

Al finalizar, el nuevo diácono Nicolás Morales, en representación del grupo, agradeció el apoyo recibido y reafirmó el sentido del ministerio que comienzan: “Este día no es el final del proceso, sino el comienzo de un nuevo caminar… como dice el Evangelio: ‘El Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos’”.

Concluyó encomendando su misión a la Virgen María: “Que María, estrella de la evangelización, nos enseñe a servir con alegría y humildad”.

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